REFLEXIONES

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19/02/2022

El problema del Mal en la Cultura: LAS PERSONAS SIN SOMBRA

Compartimos un articulo del Licenciado en Psicología Gustavo Marín. "Mientras más enjuiciamos a los demás, menos consciencia tenemos de nuestra propia sombra".

Mi infancia y adolescencia está plagada de recuerdos de todo tipo. En general fui un niño más volcado al interior, tímido, retraído y esto se fue acentuando en la adolescencia. El hecho de ser delgado (flaco), deficiente para el estudio, poco hábil para los deportes, fue gestando en mí una idea de debilidad, de no encajar, de ser diferente y con miedo al rechazo. Pero claro que el contexto tenía que ver con todo eso que me pasaba, por ejemplo ser “bueno” para el deporte, y en especial el fútbol era esencial para ser incluido, tanto en el barrio como en el colegio, y no daba con ese requisito. Tanto en la primaria como en la secundaria me iba mal en los estudios, con necesidad de maestros de apoyo, llevándome muchas materias, repitiendo y sufriendo en las clases de educación física. Allí es donde más sentía la discriminación de los profesores y mis compañeros, no me elegían, me ponían a alcanzar pelotas mientras los demás jugaban y me la llevaba a rendir siempre. Los recreos también eran una tortura porque no tenía con quien juntarme y con el temor a ser golpeado, ya que no era bueno para las peleas. Obviamente sufría, sin contarle a nadie, me sentía inferior, angustiado, feo, rechazado, y que no encajaba. Y desde esa visión cada chica que me rechazaba en la adolescencia era una confirmación de que mi vida no tenía sentido, nadie me quería.

Al terminar el secundario decidí ir a la Universidad no porque me gustara estudiar, sino porque no me gustaba trabajar, y era una forma de demorarme.

Irme a Córdoba, otro lugar, alejado de mis padres, de mis relaciones, de mis frustraciones, fue una nueva oportunidad. Curiosamente me empezó a ir bien en el estudio, me gustaba lo que leía, y no había que sentirse mal por no jugar bien al fútbol, o no tener un cuerpo “normal”. Me enamoré de Susana una chica  hermosa, y lo más curioso es que ella se enamoró de mí, lo cual me costó creer, tanto que termino ella avanzando, porque yo estaba paralizado. Así fue como pude empezar a cuestionar esa imagen deteriorada de mí.

 Con los años me casé con Nancy, me recibí de Psicólogo, comencé a trabajar y tuvimos dos hijos Latino y Daira. Y curiosamente ellos fueron teniendo una inclinación hacia el deporte, algo que rechazaba y era lo más alejado a mi vida. Y en parte gracias a ellos, descubrí el placer en la actividad física, que revitaliza y no es necesario ser “bueno” para pasarla bien. Aprendí a jugar al Básquet con un gran grupo de compañeros, luego hice Natación, y por último lo que más me gusto es Tenis donde hoy disfruto tomar clases y jugar semanalmente.  Y por esas cosas de la vida, Latino y Daira, ya adultos, se dedican a lo deportivo.

Relato parte de mi vida porque quiero mostrar cómo fue mi proceso de transformación. Y de ahí teorizar e intentar comprender el origen del “mal en la cultura”.  No se trata de psicologizar todo. Es real que sufría discriminación en mi contexto, y el contexto es difícil de modificar, son estructuras normatizadas (la familia, el barrio, la escuela). Pero lo importante que descubrí, ya sea con nuevas experiencias, una sincera introspección y mucha terapia, que gran parte de la discriminación venía de mí mismo, de mi interior. Al asumir esto, pude dejar de maltratarme y culpar solo al resto, me salí del lugar de víctima y pude accionar distinto ante la realidad.  

Cuando pensamos en el “Mal” ¿Qué se nos viene a la cabeza?

Podemos pensar en las delincuentes, los que están en la cárcel, que roban, matan, mienten, trafican. Como psicólogo me ha tocado muchas veces trabajar con personas en esta situación y no voy a negar que pueden ser muy destructivos, que a veces reinciden y aunque ante las autoridades nieguen su responsabilidad, en el contexto terapéutico suelen ser sinceros, mantienen una “honestidad criminal”. Y la mayoría de ellos pueden ser catalogados, dentro de algún diagnóstico de trastorno mental que no por ello justifica o quita responsabilidad de su accionar.

Pero mi desafío es ver el “mal” en las personas “comunes”, que no tienen ningún diagnóstico psiquiátrico (por lo menos evidente). Me refiero a los ciudadanos con quienes compartimos la vida diaria, cotidiana.  Mi hipótesis es que todas/os en distintos grados, tenemos la “maldad” adentro. Y por algo muy simple, la vida se vive en opuestos. Es inseparable la luz de la sombra, el día de la noche,  la enfermedad de la salud, el sueño de la vigilia, el placer del dolor,  y claro está: el bien del mal. Todos/as somos pecadores, en el sentido etimológico de “pecar” que es “errar al blanco”. Podemos aceptar que el “mal” o pecar sea una cuestión de grados, porque no vamos a ir a la cárcel por falsear una declaración de impuestos, o copiarnos en un examen, ocultar una infidelidad, decir que estoy enfermo cuando no es así, quedarme con algo que me prestaron, no dar paso a un peatón cuando voy en auto, decirle a mi pareja que no había huevos pero en realidad había y me olvide, maltratar a alguien injustamente, alimentar pensamientos negativos sobre otras personas, criticar a los  otros. Quizás algunas de estas actitudes o conductas tengan sus atenuantes, pero si hay algo en común es que todas encierran algo de mentira, traición, soberbia, hipocresía. Y además hay una forma de maldad de la que nadie escapa, que es mentirse a sí mismo, cómo cuando se hacen las cosas de mala gana, de compromiso o sin dar lo mejor de sí. Esto es también una forma de traicionarse a sí mismo. No puede haber en esta sociedad un ser humano “puro”, totalmente “bueno”, sin mancha, sin sombra.

 

¿Y entonces cual es el problema del Mal?

El Mal se transforma en un problema cuando nos negamos a admitir nuestra propia maldad.

Nuestra propia negativa a asumirnos personas que también hacemos mal, nos transforma en seres que se ponen por arriba de los demás, con el pecado de la soberbia, con el Síndrome de Hubris, la inflación del Ego en alto grado. Un rasgo particular de estas personas, es que mantienen en su interior una imagen de perfección y se consideran libre de todo reproche y no dudan en atacar violentamente a quienes los cuestionan o contradicen, se creen portadores de la verdad. En época de pandemia lo hemos visto mucho, y en cuestiones políticas (K, anti-k) y sociales como el aborto también se muestra. Estas personas o grupos, operan con el mecanismo de la “proyección”, se sienten tan intachables que inevitablemente atribuyen cualquier problema a los demás, al mundo, al distinto. Los “malos”, los pecadores, los incorrectos siempre son los otros. No pueden ver, reconocer su propia “sombra”, dudar de sus certezas.          

El analista Carl Jung definió a la sombra como lo que una persona no desea ser y por lo tanto lo proyecta en los demás. Todo lo que rechazamos de nosotros mismos, lo vemos ampliado en los demás, nos molesta y desagrada al verlo en los otros y claro, lo juzgamos con todas nuestras fuerzas, para alejarlo de nosotros, “yo no soy eso”. Mientras más enjuiciamos a los demás, menos consciencia tenemos de nuestra propia sombra.

El fenómeno del chivo expiatorio suele ser una de las principales manifestaciones de las “personas sin sombra”, o sea las que se creen “sin sombra”. Esto se ha observado a través de la historia de la humanidad. La culpa siempre es de los otros, y ahí tenemos a los inquisidores, los racistas, los esclavistas, los homofóbicos, los misóginos, etc.

Desgraciadamente los humanos no aprendemos de nuestros errores y continuamos buscando en la familia, la pareja, la ciudad, el país y el mundo chivos expiatorios. Y como dije anteriormente estos “acusadores”, no son psicópatas, o criminales fácilmente identificables, son personas que conviven en nuestra comunidad. Los psicópatas son bastante inconscientes, se despreocupan casi de todo, incluyendo su propia criminalidad, y en la cárcel se sienten contenidos, y tienden a no ocultar sus crímenes, ya que no sienten gran culpa por lo que han hecho. En cambio las “personas sin sombra” vuelcan todos sus esfuerzos en alimentar su imagen de perfección, su reputación de “buenas personas”, honestas y que se preocupan por la justicia, la moral y el bien común. Estas personas sin sombra, están muy preocupadas por su “imagen” y “apariencia”.  Pero su gran mentira, no es que engañen a los demás, sino que se engañan a sí mismas. Es así que estas personas no las encontraremos exclusivamente en las cárceles, sino en cargos políticos, medios de comunicación, dirigentes de agrupaciones, en las escuelas,  empresas, organizaciones religiosas, académicos, profesionales de la salud, en las relaciones de pareja, de familia, en el Face, en IG o sea en muchos lugares comunes en donde pueden ejercer su poder  acusatorio, proyectivo,  obsesionándose con esconder su vulnerabilidad, su imperfección.

He vivido la discriminado, se lo que se siente, y por ello me opongo a toda discriminación, pero tengo que estar atento, vigilante porque sé que puedo dañar y discriminar a otros, tenemos una tendencia a identificarnos inconscientemente con el agresor. Muchos que juzgan la violencia, terminan siendo violentos, pero se justifican, y eso no tiene justificación, es un engaño.

No es el objetivo de “juzgar” a las personas sin sombra, y convertirlas en un nuevo chivo expiatorio, sino comprender su psicología y estar alertas cuando funcionamos como ellas, poniéndonos enjuiciadores, rígidos, al sentirnos portadores de la única verdad, queriendo convencer a los demás, enojándonos desmedidamente, alejándonos de toda compasión, no viendo el sufrimiento del otro que esconde con su frialdad, moralismo, absolutismo y acusación. Los humanos no somos tan distintos, solo tenemos diferentes niveles de conciencia y si evolucionamos nos hacemos más tolerantes y pacíficos.    

Cuánto nos cuesta aceptar que no somos totalmente bueno, ni totalmente malo. Cuánto nos cuesta corrernos de los absolutismos, de los extremos. Si tengo un lado santo, seguramente tendré un lado diablillo. Somos seres humanos, completos, no nos ocultemos, no nos creamos mejores que los demás.  La vida no consiste en lograr el bien aislado del mal sino a pesar de él.

El problema del Mal en la Cultura: LAS PERSONAS  SIN SOMBRA
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