Editorial

|
11/02/2019

Ni una lágrima, ni un beso de despedida para Sofía

Ni una lágrima, ni un beso de despedida para Sofía
Ni una lágrima, ni un beso de despedida para Sofía
La pequeña murió esta semana producto del abuso sexual al que habría sido sometida. Su padrastro está preso al igual que su madre.

Por Luis Leiva

 

Sofía murió en soledad. 

Murió en una fría sala de terapia intensiva sin que nadie pudiera acompañarla, sin que ni una sola persona pudiera tomar su mano y decirle que la amaba.

Sin que nadie derramara una lágrima por su partida.

Nunca entendió qué había pasado. Sus tres años no le permitían comprender por qué ese mundo que la rodeaba se había ensañado tanto con ella y con sus hermanitas.

Pidió ayuda mil veces, no con palabras sino con gritos desesperados, "desgarradores" por que ya no podía más.

Sólo basta leer la denuncia que realizó una vecina para comprender el grado de violencia que se ejercía sobre las niñas. "Se escuchaban llantos a las dos o tres de la mañana", relató la mujer que hizo la primera advertencia por el maltrato al cual estaban siendo sometidas las pequeñas.

Pero nadie escuchó. Todos sabían que había una situación "urgente" que había que atender. Comprendían el grado de vulnerabilidad en el cual se encontraba la niña, pero otra vez -como sucede tantas veces en nuestra sociedad- la burocracia y la inoperancia, pudieron más que los golpes, los cintazos y la brutalidad.

Acaso porque se han creado y aceptado ciertos procedimientos que pueden salvar conciencias pero no la vida de una indefensa niña de 3 años.

En el juicio es probable que se compruebe que a Sofía la mató su padrastro (hay suficientes pruebas que así lo indican dice la Fiscal) pero en realidad a Sofía la fue matando de a poco el mismo sistema. De manera cruel, lenta. Sin compasión.

A Sofía la abandonaron a su suerte. La dejaron sin chance de sobrevivir en un entorno violento donde el único idioma que se hablaba era el del golpe de puño, el de la mano fuerte, el del abuso, el del abandono.

Es probable que mañana (hoy mismo) empiecen las denuncias, los cruces de responsabilidades entre los funcionarios judiciales y los operarios del Senaf. Y una incansable lista de expedientes naufragando en una realidad que tiene una sola víctima: Sofía.