Reflexiones

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24/01/2022

La espiritualidad del Tomate

La  espiritualidad del Tomate
La espiritualidad del Tomate
El Psicólogo Gustavo Marín nos regala una reflexión

Si dejamos un tomate al aire libre, veremos que en un par de días, se pudrirá. Y así es la materia, se descompone en el estado natural con el paso del tiempo. A eso se refieren los budistas con la ley de la impermanencia,  nada perdura, todo cambia.

¿Y qué tiene esto de espiritual?

Porque la espiritualidad nos hace entrar en contacto con las grandes verdades de la vida, y una de ellas es ésta:  todo tiene su tiempo bajo el Sol. Y que nada podemos hacer, que todo lo vivo tiene su ciclo. Por eso la espiritualidad se puede observar en la naturaleza, en ésta todo es transformación continua y nadie está tratando de adelantarse o frenar el tiempo, nadie quiere progresar, solo vivir lo que se presenta, allí no hay culpa, ni vergüenza, ni violencia, ni moral, ni obligación, ni mejor uno que otro. La naturaleza nos trasciende, nos hace sentir parte de algo más grande, como la espiritualidad.

Los humanos, nos hemos trastornados un poquito, nos creímos fuera de la naturaleza (y de sus leyes) con derecho a explotarla, y hasta jugamos a ser Dios queriendo controlar el tiempo,  viviendo en el pasado o en el futuro, renegamos de los cambios, y terminamos teniendo miedo del paso del tiempo  y hasta consideramos terrible la muerte. Nos parece imposible pensar la vida de otra manera de como la vivimos. Tenemos una tendencia en rigidizarnos. O dudamos de todo, y terminamos paralizados por el miedo, o nos aferramos a certezas, las defendemos ciegamente, en guerra continua.

No hay una sola manera de ver las cosas. Pero la familia, la escuela, los medios de comunicación, los gobiernos, la religión, las academias, insisten en que hay una sola manera.

“O soy feliz o sufro”. Pareciera que de esto se trata la vida, o estoy en un polo o en otro. Pero no es así, esto es una trampa.

Desde que enfermo mi padre, me embarga una gran tristeza que por momentos se torna angustiante, que no solo me afecto a nivel emocional, sino físicamente. Y cada semana que lo visito, se renueva crudamente la tristeza, antes de verlo, durante y después. La vida duele.

  Y cuando juego al tenis, o escribo, o hago flotadas en el río, leo, o estoy con mis nietos, mi familia, viajo con amigos, pienso que estoy donde quiero estar y siento alegría, paz. Tanto el dolor como lo placentero, tiene un lugar en mi corazón y acepto ambos. Y también descubrí que soy solitario, y soy un solitario que  gusta de la compañía, pero hay un momento para cada cosa.

Toda la gente, aunque no lo sepa, tiene dones. Mi don ha sido “pensar diferente”. Quizás les pueda parecer una tontera. Pero me ha servido para mi profesión de psicólogo, porque ayudo a mis pacientes a que vean algo que no estaban viendo, piensen los problemas de otra forma, buscamos alternativas. Claro que fuera del consultorio me ha traído ciertos rechazos o miradas de reojo,  cuando expreso mi  pensar distinto de la mayoría y cuestiono las certezas que todos aceptan de plano. Este es un mundo que tiende a borrar las subjetividades, las diferencias,  hay que obedecer y no cuestionar, es el mandato sutil de la moral social.  

Por eso te invito a pensar diferente, por ejemplo, si pienso que lo de mi padre es una injusticia, puedo pensarlo de otra manera,  que no soy yo quien para decidir que es justo y que no, tan solo porque es una situación dolorosa o no me convenga.  O si creo que mi pareja o mis hijos deben cambiar su conducta, podría pensar que el que tiene que cambiar la manera de verlos soy yo. Es un gran ejercicio pensar las cosas de otra forma. Nos llega a doler el Ego al considerar que no tenemos la verdad absoluta.

Una ex paciente me volvió a pedir turno. Yo dude porque era una persona un tanto dura y rígida en su pensamiento, y es religiosa y está en contra del aborto, y yo estoy abiertamente a favor del aborto, y ella lo sabe. Sin embargo insiste me vuelve a elegir como terapeuta,  y pudimos discutir de igual a igual sobre ese tema y otros que no coincidimos, escuchándonos, y ahí se dio el encuentro terapéutico. Ella no era tan rígida como yo pensaba, y yo no era tan abierto como creía. 

Estamos en un momento en donde el mundo cambia y se agita rápidamente, y es muy difícil adaptarse y entender que esta pasando. Creo que más que nunca necesitamos poder ver todas las variables (voces) que están en juego, no hay una sola verdad, ni una sola solución, ni una sola manera de ver la realidad. Requiere este tiempo una gran flexibilidad de pensamiento y no reaccionar, reflexionar antes de accionar.

Y así como las cosas cambian, yo también he cambiado, en mi infancia herede un catolicismo moderado, al llega a la universidad me convertí en un gran opositor a todo lo que no pueda ser visible, palpable y comprobable, era un gran ateo. Luego pase a ser agnóstico. Por último, ya bien maduro veo la espiritualidad en la materia, lo sagrado de la vida que no es posible comprender con nuestro limitado entendimiento, y que “no saber” es una sabiduría que abraza el misterio de la vida y permite vivir más liviano. 

Y tener tiempo para ver lo trascendente al contemplar un simple Tomate.

Date tiempo, date espacio no te dejes arrastrar…