Columna-Claudio Andrade

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03/09/2018

Cuando en las paredes de tu pueblo se escribe tu nombre con rabia

Desde hace ya un par de meses el graffitti permanece en uno de los laterales de la Comisaría Tercera.
Desde hace ya un par de meses el graffitti permanece en uno de los laterales de la Comisaría Tercera.
El periodista de diario Clarín, Claudio Andrade, respondió al grupo que pintó un graffitti en la Comisaría Tercera.

Hubo un tiempo en que me pasaba las noches en un bar llamado Mal de Amores, de General Roca. Escuchaba a los sabios. Al Negro. Al Chela. Al otro Negro que se nos ha ido. A Martín. A Fer. A Raúl.

Escuchaba jazz en el mismo local. En silencio rendía mi humilde homenaje al virtuosismo de Andrés Furh. La vida se iba con la fragilidad y la premura de un curso de agua.

Mi casa quedaba a 60 metros. Me gustaba fantasear. No tenía alternativa.

También escribía en el diario Río Negro una columnas que llamé Mediomundo en recuerdo del antro que fue Mediomundo Varieté de Buenos Aires y que me contó como cliente.

En Mal de Amores se me ocurrieron muchas de aquellas columnas. También la Entrevista Express con la que puse de pésimo humor a varios de mis entrevistados.

Y en Mal de Amores imaginé el Valle de los Músicos. Una suerte de festival urder-jazz con los mejores exponentes del género en la región. La primera edición la hicimos en su patio en 2009. Fueron unas 400 personas. La transmitimos por Internet a través del mismo blog Mediomundo que estaba anclado en el diario Río Negro On Line. Fue hermoso. Sirvió. Fue obra de Julieta. Andrés. El otro Andrés Stefani. Vale. Alexia.

Hubo un tiempo en que lunes, jueves, viernes, sábados tenía a asado en casa. Con Daniel. Con Carlos. Javier. Con tantos. Charlas eternas. Historias escritas en la piel del viento.

Caminando por la avenida Roca, vi que Martín sacó su torso enorme por la ventana de su camioneta y me gritó: “¡Despedidas! ¡Poeta!”. Era el título de una columna. En otra ocasión, una mujer que no conozco, me paró en la calle, me apuntó con un dedo y solo dijo: “Espejos...” y siguió andando. Otro título de Mediomundo. Un político en un bar, que tampoco conocía personalmente, me comentó una frase de la Entrevista Express. Una chica me mandó un mensaje diciendo que tenía columnas en la puerta de su heladera. Una joven, triste y herida, dijo que los tornillos y tuercas con los que trabajaba se sentían “más blandos” con esas palabras semanales. Lloré. Qué lindo elogio. Ninguno mejor.

Y así. En tiempos en que las redes sociales no apremiaban, recibía emails llenos de afecto de Roca, claro, Neuquén, Cinco Saltos, Buenos Aires.

Las cosas cambian. Somos polvo de estrellas. No está mal. Nos vamos yendo. Nos despedimos de a capítulos. Ya no vivo en Roca. Desde hace meses me llegan fotografías con los graffittis en los que se puede leer mi nombre. En caracteres furiosos me amenazan. En Twitter, cada tanto, aparece un enojado que me escupe: “yo te conocí cuando te hacías el Bukowski en Mal de Amores. ¿Y a él en qué le afectaba si yo me “hacía” la película? Todavía no lo comprendo.

Pero los graffittis siguen allí. Pablo me mandó un mensaje por Facebook diciendo que quería comprar pintura y borrarlos. Pero le expliqué que mejor no. Que tenían una utilidad. Cumplen un servicio a mi persona. Ayuda memoria.

Sé quién soy. Quién he sido. En 1997 cubrí para Río Negro la muerte de Teresa Rodríguez y cuando los periodistas morían de miedo ante una policía muy dura, yo entrevistaba a los comisarios. Cubrí la segunda pueblada en Cutral Có. Me emborraché con grupos de jóvenes radicalizados a los que todos escapaban. Me junté con políticos que iban armados. Con heridos que no querían hablar. Revelé que había sido una bala policial la que cortó el cuello de Teresa. Indiqué a los probables autores.

Conté en ese mismo diario que los terratenientes del sur pagaban migajas como impuesto a sus miles de hectáreas. Lo repitió el país y fue repetido en otros países del mundo.

En 2011 cubrí para Clarín la muerte y desaparición de Daniel Solano. En 2012 conté el negocio del narcotráfico en el Alto de Bariloche y la trama secreta de la muerte de Diego Bonefoi. Di a conocer el estudio científico que señala quién asesinó a Sergio Cárdenas y Nicolás “Nino” Carrasco, muertos en 2010 como Bonefoi. Continué con la muerte del ex policía Lucas Muñoz, aparecido en un descampado con dos balazos, casi un mes después de que se subió a un vehículo cerca de su comisaría.

En las últimas notas mis editores estaban preocupados por mi seguridad. Tenían sobradas razones. Dejé de salir de noche y comencé a mirar a mis espaldas.

 

En 2017, cubrí el caso de Santiago Maldonado y, fundado en los datos de expertos, indiqué dónde podía estar el cuerpo del joven. Conté que había un Testigo arrepentido. La trama del RAM. Fui cronista de la aparición de su cadáver.

En noviembre de ese año relaté los hechos de Mascardi, Bariloche. En 2018, escribí un artículo que adelantaba que había pólvora en las manos de Rafael Nahuel, el joven muerto durante un enfrentamiento con Prefectura Naval.

En abril de este año,conté el insólito caso de Antonio Gentile, un físico que figuraba como desaparecido pero vive en Nueva York.

Hice más, pero esto es lo que recuerdo hoy.

Por todo ese trabajo me gané las pintadas. Las amenazas a mi persona. Los insultos. Las agresiones. Salen del mismo lugar que amé tanto. Donde nacieron mis hermosos hijos. Las escribe el mismo periodista que se agotó del Mediomundo. Que tiró los dados para que ver qué salía.

Es irónico, pero tiene sentido tanta bronca. Ya puedo decir que vivo en las paredes de mi pueblo.

Andrade not dead.